Tomé asiento; y junto a mi, una taza de café recién colado.
Me propuse admirar lo que sucedía a mi alrededor:
“Estoy en mi ciudad”, pensé. ¡Todo parecía de ensueño!
Los árboles iluminaban cada esquina y un verde brillante los caracterizaba.
Me desplazaba lentamente por las calles mirando anonadada mi alrededor. El sol resplandecía ante mí, y las nubes se movían en sincronía. Las calles estaban colmadas de alegría. Notaba felicidad, voces risueñas y un sinfín de colores...
De un segundo a otro, todo comenzó a desvanecerse.
Para mi infortunio, algo, había afectado a Caracas.
En seguida me transporté a la realidad:
Aquella ciudad “feliz”, se convirtió en El Valle de las Sombras.
Calles bajo una oscuridad que asedia
Esquinas abandonadas
Una brisa desapacible
La tristeza se convirtió en la protagonista de mi descripción.
Desde mi ventana, observé cómo la decadencia se adueñó de Caracas y la convirtió en un lugar sombrío.
Cualquiera que transcurriera por allí, pondría en peligro su vida.
Aunque se fuese un amante de la adrenalina, hasta esto, sería imposible...
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