Mediante un extenso camino de rocas, transcurría en silencio. Agobiada de soledad, como de costumbre.
Me encontraba en un incógnito lugar; en donde disfrutaba de ciertos sonidos levemente reflejados en mi tímpanos, los cuáles, parecían témpanos de hielo gracias a la niebla que me asediaba en ese instante.
Mi tolerancia al frío era completamente nula. Mis manos parecían congelarse a medida que seguía mi rumbo sin detenerme. Pensaba fríamente respecto a la vida...
Indiscutiblemente, no existía una conclusión fructífera de este tema que conversaba conmigo misma.
A pesar de crear un monólogo en mi cabeza, comencé a conversar con los animales que me rodeaban; ellos parecían entenderme y yo no lo podía creer.
¿Cómo es posible que estuviese hablando con animales? Me pregunté a mi misma, y en ese instante me di cuenta que todo era producto de mi afectada y alucinógena imaginación.
Nunca estuve caminando.
Nunca estuve pensando.
Nunca estuve hablando...
Simplemente, disfrutaba de un viaje astral a través de un incógnito lugar.
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