Sentada meditando luego de consumir marihuana, se recuesta y saca un cigarrillo del bolsillo derecho de su bolso. Lo enciende. Me doy cuenta de que minutos antes apagó uno. Y minutos antes de ese, apagó otro. Y así es rutinario, cada día se consume como cada cigarrillo en su mano. Así cómo empieza, simplemente termina. Llena de ansiedad, lo único que la calma es encender uno, y otro. Alega que no es adicta a nada; amor, sexo, drogas... Pero lo que jamás negará es su adicción a la nicotina. Porque es lo último que le queda, lo que le sobra, y lo disfruta tanto... Lo peor del caso es que conoce las consecuencias, pero no le importa con tal de tener cinco minutos de satisfacción y tranquilidad cuando aspira el humo del cigarrillo. Se ve tan preciada y concentrada cada vez que lo toma con ambos dedos y poco a poco arroja las cenizas. La veo mirando al cielo, y ella solo nota como el humo se esparce entre la niebla y lo disfruta. La temperatura del ambiente se presta también, el frío estimula sus pezones que se notan a la distancia, trata de ocultárselos pero es imposible. La veo tan sola y sólo pienso en qué tanto tendrá en sus pensamientos para poder canalizarlos sólo con el efecto de la nicotina...
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