Me veía a mi misma reflejada en él cristalino río que yacía sobre mis pies descalzos, rodeada de flores que se veían tanto cerca, como lejos; él olor a grama se inmiscuía en mis sentidos, abrumandome. Sentía como si los árboles me estuviesen mirando, seguidamente, por varios minutos. Los animales posaban su triste mirada en mí, porque según yo estaba libre, y ellos, no. Pero la libertad que tengo es un tanto agobiante, porque algunos de mis miedos se ocultan y otros se ven distantes. Admiro el verde de las hojas que me rodean, tan intenso como sus ojos claros; como las manzanas que crecen y caen de los árboles, así es él ciclo de vida, mientras algo acaba, otra cosa está comenzando, y es hora de despertar y apreciar todo aquello que suceda por primera vez. Nuestra instancia puede ser tan relativa, al igual que él comienzo y final de un libro, al que quizás puedas releer tres veces o simplemente hacerlo a un lado...
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