Noto la diferencia.
Las calles por las que transcurro, no son las que acostumbraba. Es difícil caminar por las aceras, mirar hacia el horizonte, y no ver aquella imponente montaña que solía propiciarme calma.
Las planicies me sorprenden.
Me siento confundida.
Extraño la calidez.
Extraño la sutileza.
Extraño la adrenalina que provocaba el simple hecho de transcurrir en medio de una ciudad concurrida.
Aquella, en la que vivía.
Que la recuerdo con ansias.
¿Volveremos a encontrarnos?
¿Volveré a disfrutar de tu calma?
¿Volveré a sentir la calidez de tu clima?
No estoy segura.
Pero nunca te olvidaré; Caracas. Te mereces todo lo mejor. Por la simple razón de que, nos brindas paz con sólo un atardecer, con una cálida mañana, con una noche silenciosa; sólo con escuchar tu nombre, te espero. Te espero en mis pensamientos, en mis recuerdos, en mi imaginación...
Te quiero.
No te olvido.
Gracias, Caracas.
