Admiro como se divisa lejanamente la silueta de unas montañas. Son como tus labios, dan la sensación de estar cerca del cielo. Un paisaje erótico como tú mirada, viéndome en silencio mientras me fumo un cigarrillo. Pensando en infinidades de momentos a tu lado. Ahí es donde disfruto estar, a tu lado y también sobre ti. Como cuando la luz es bastante tenue en tu cama y nos admiro mediante ese pequeño destello de claridad que se asoma para acariciarnos levemente el alma.
Ahí también noto la silueta de dos cuerpos... Los nuestros. A pocas horas de haber amanecido, se encuentran ambos mirando el techo simulándose profundamente como un cielo lleno de estrellas brillantes. En silencio, porque sus voces están suprimidas por su respiración, que noto, entrecortada también. Pero solo son pequeños golpes de imaginación que la soledad me hace sentir, porque a mi soledad es a la única que le hablo de ti; y de esas nubes parecidas a algodones que disfrutábamos en nuestra estancia en el hotel del cielo y del deseo...
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